Desde mi cielo.

Así fue que no tuve más remedio que suicidarme.
Todo se estaba volviendo incontrolable, mi vida, mis horarios, mis gustos. Ellos me volvían loca. Debía vengarme de alguna forma, en la que ya no pudieran culparme mas de sus desastres en la vida.
Era simple: como yo empecé con este juego de a tres, yo debía terminarlo, dejando que el juego se convierta en uno de a dos.
Fue divertido. Invité a salir a Santiago el mismo día que a Ezequiel. Santiago vendría a casa a las 5, y Ezequiel a las 5.30, horario en el que el primero ya iba a estar atado en aquella silla. 
Ambos atados, ambos escuchándome -aunque no con total atención, como siempre-, yo contándoles cómo fue todo desde el principio, y por qué todo debía terminar. Sumado a mi depresión, las ideas suicidas invadían mi cabeza poco a poco. Un plan exelente. Una mujer dominando no sólo a uno, sino a dos hombres -que lamentablemente eran casi iguales, del mismo signo, la misma personalidad-. Todo el juego igual estaba a mi favor.
Obvio que ellos intentaron soltarse de esos nudos en esas sillas, pero los consejos que me dio mi mejor amiga de la infancia -que todavía sigue yendo a los Scout-, sirvieron de maravilla, esos nudos mariposa eran perfectos. Les iba a tomar un largo rato zafarse.
Cuando comprendieron que se metieron en la vida de una loca, casi por obligación, que cayeron en el juego y que yo hablaba enserio, sus miradas quedaron perdidas, como varadas en el medio de una isla desierta sin mas compañero que el mar. 
Ya era hora, ya debían sufrir, y yo ya debía morir. 
El revólver apuntaba justo a mi cerebro. El tiro fue perfecto. La sangre en todos lados, sobre ellos, sobre la guitarra, sobre los dibujos. 
La cara de horror de ambos, fue la satisfacción de mi muerte, realmente, fue lo mejor que me había pasado en vida.